VIVIR UNA DOBLE VIDA NO ES FÁCIL. EN SU HISTORIA, DANIEL NOS CUENTA LO QUE SUCEDE TRAS LAS PUERTAS DEL CLOSET Y CÓMO MANTENERNOS ADENTRO SIN PERDER LA CABEZA. UN BLOG DE TEMÁTICA LGBTI, LAS HISTORIAS CONTADAS AQUÍ SON MI SECRETO. NO SE LO DIGAS A NADIE Y CUÉNTAME LA TUYA EN #LQEEC

VI ¿Me dará Sida por hacerlo sin condón si no terminó? Qué es PeP y dónde lo consigo en Quito

VI ¿Me dará Sida por hacerlo sin condón si no terminó? Qué es PeP y dónde lo consigo en Quito

Qué bueno que le respondí. Creo que ese mensaje me salvó la vida y al final no me infecté de VIH. Fue mi ex quien me dijo lo que era PeP y dónde encontrarlo en Quito para prevenir el sida (o como debe decirse correctamente VIH) luego de hacerlo sin condón. Te lo cuento entre los dos.

Estaba al borde de desmayarme, caminaba por todos lados en mi cuarto y respiraba muy fuerte. Me imaginaba muerto, con sida, solo, con frío, tirado en la calle y sin nadie a mi lado. ¿Qué tal que me salgan manchas en la piel? Me volvía paranoico con mi cuerpo y cada lunar o mancha inocente me parecía un síntoma. Según yo ya me iba a morir. Le conté por mensajes que no estaba bien pero que me daba vergüenza decirle por qué. 

Él insistió en que hablemos por videollamada y se lo tuve que contar—pero no todo. No le dije que había estado en contacto con esta persona incluso cuando él y yo seguíamos juntos pero todo lo demás sí se lo conté. Al principio él lo tomó de forma tranquila, lo cual hizo que me duela el corazón aún más. <<¿Será que él estaba haciendo lo mismo con alguien más?>> pensé.  

—¿Por qué estás tan preocupado? Yo sé que para ti el sexo es algo extraño pero no hay nada de malo con que tengas encuentros con gente desconocida. A veces pasa y es parte de crecer. Deja la paranoia, con tal de que te protejas puedes explorar —dijo mi ex sonando muy tranquilo y juguetón como cuando tratas de explicar algo absurdo a quien se ahoga en un vaso de agua. 

—No me gustan esas cosas y no me parece bien que te portes tan normal con esto —dije mientras empezaba a llorar. 

—Oye, tranquilo. ¿Por qué estás así? ¿Te preocupa que se enteren tus papás? Es verdad que tienes que tener cuidado en esas aplicaciones porque a veces te puede salir gente que no tiene buenas intenciones pero ya pasó. 

Yo seguía evadiendo la verdad y creo que lo empezó a sospechar. 

—Daniel, ¿por qué estás así? Usaste protección, ¿verdad?

—¡Sí! ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Entonces no sé por qué te preocupas tanto. ¿Pasó algo más?

—No, no, no —mi llanto se volvía más fuerte— no puedo creer que la haya embarrado tanto. ¡Todo lo tiré a la basura!

—Daniel —dijo en tono ya más serio— sé que no usaste protección y que seguramente te da vergüenza admitirlo. No estoy de acuerdo con que mientas pero por ahora necesito que me escuches y que sigas mis instrucciones al pie de la letra. Si lo hacemos rápido aún tienes oportunidad de no contagiarte.

Fueron esas palabras las que me hicieron respirar una partícula de paz. Fue minúsculo pero estaba ahí. No solo no me estaba juzgando por lo que hice sino que al parecer había una solución

Esa paz que sentí es lo que me permite revelar algo que ni siquiera a ti te había dicho. Este tipo con el que estuve, al ver que no le contestaba los mensajes por días, me había dicho lo siguiente: <<Sabía que eras una perra que se acuesta con todos; pues allá tú. Entérate que tengo VIH pero tranquilo que no te terminé adentro>>.

Creo que yo mismo no quería admitir que ese mensaje había pasado. No sabía si era verdad o mentira pero es lo suficiente como para hacer que cualquier persona entre en modo de terror. 

—Daniel, ¿estás ahí?—me dijo en inglés.

—Sí, sí dime. 

—Mira, estoy viendo en internet que el tratamiento en tu país debe ser gratuito entonces no tendrás problemas por ese lado. 

—Pero, ¿dónde debo ir? 

—No sé, algún hospital que tengas cerca supongo. 

Me daba pánico pensar en ir a un hospital; los odio. La última vez que hice eso fue para visitar a mi abuelo antes de morir y tienen un ambiente desagradable. Tampoco me gusta la idea de ir solo y el sistema público acá es pésimo. 

—No sé si deba ir. Tal vez y estoy bien. He escuchado que solo hay riesgo si es que acabó adentro y eso no pasó. 

—¡Estás loco o qué! Eso no es cierto, el virus también vive en el semen que sale antes de la eyaculación. Mira, Daniel —dijo cambiando a un tono más tierno—, yo sé que tienes miedo, que lo que te estoy pidiendo que hagas es incómodo y que lo único que quieres es meterte en tu cama y llorar. Pero tienes que seguir mis instrucciones. Piensa que con esto no se juega y que si lo haces como te digo, en un día ya habrás pasado por lo peor. Dale, escúchame. Si el sistema público en tu país es tan malo como dices lo más probable es que te toque un proceso más incómodo de lo que debe ser entonces vamos por el privado. Sé que no tienes dinero y podría ser costoso así que te estoy transfiriendo dinero para que lo tengas. Luego me lo devuelves. 

—No tienes que hacer eso. 

—Ya está hecho. 

Mi ex me había hecho un préstamo en el pasado por lo que sabía cómo hacer este tipo de transferencias por Western Union. 

—Vas a ir al hospital a la sección de emergencias y vas a seguir mis instrucciones paso a paso. Saca fuerzas de donde sea y solo sigue con lo que te digo al pie de la letra. Imagínate que eres un robot, un soldado y vas en guerra. No importa si te ven aunque te mueras de terror.  Si ganas, ganarás tu vida, porque te la mereces… y porque te amo Daniel. Eres valiente. 

Llegó la hora. Al llegar me moría de miedo. No sabía cómo decirle al doctor lo que había pasado y pensé varias veces en salir corriendo de ese lugar. Además pensé que los lugares de emergencia eran espacios macabros casi similares a las imágenes de guerra que ves en las películas, donde soldados están con extremidades mutiladas o sangrando por todos lados; no era así. 

El lugar al que fui fue el Hospital Vosandez en Quito. Su puerta de emergencia no es la principal sino un poco a la izquierda. 

 

Los guardias bloquearon la entrada y me preguntaron qué quería hacer a lo que respondí que necesitaba acceder al tratamiento de profilaxis post-exposición. Así se llama el tratamiento. Mi ex me explicó que la profilaxis post-exposición (PeP) es un tratamiento para prevenir la infección de VIH luego de una relación sexual de riesgo o alguna posible exposición al virus. Es bastante efectivo. En un estudio que incluyó 249 casos que habían sido expuestos al virus por diferentes razones y luego siguieron el tratamiento, ninguno tuvo seroconversión. Es decir que ninguno adquirió el virus luego del tratamiento. Son cuatro semanas en la que tomas antiretrovirales muy fuertes que pueden incluir lopinavir/ritonavir (Kaletra) más emtricitabina/tenofovir (Truvada). Lo importante es que esto tiene que ser acompañado por un médico para asegurar que estés bien. 

—En recepción me dijeron que venga por esta puerta para el tratamiento —mentí para que no me hagan problema. 

—¿Usted es el paciente?

—Sí

—Pase por favor. Deje sus datos en la entrada y espere un momento. 

Me tomaron los signos vitales y me preguntaron nuevamente por qué estaba ahí. Le dije a la enfermera lo mismo que le había dicho al guardia. Para este punto lo había dicho tantas veces que mi cuerpo, aunque nervioso, ya se había metido en personaje. 

Lo atenderá el Dr. Endara. Aún no llega pero por favor deje sus cosas en aquel escritorio y espere en el pasillo B. 

Recordaré ese nombre por siempre. Cuando entré al consultorio luego de esperar 43 minutos por el doctor el corazón me latía más rápido. Pero además vi que emergencias no era tan macabro como lo pensaba. Realmente solo estaba sentado afuera del consultorio del doctor esperando y lo único incómodo es ese olor raro, como a alcohol, que tienen los hospitales. Mis manos sudaban, sentía frío y al saludar al doctor me temblaba un poco la voz. ¿Y si le contaba a algún familiar? ¿Y si quedaba en algún registro mi nombre y luego pasaban esa información a alguien más? 

Mi ex me había dicho exactamente qué decir y me había instruido que haga como que no sentía ningún tipo de vergüenza (aunque este no sea el caso). El doctor me preguntó la razón por la que estaba en el consultorio y le dije lo que mi ex me había dicho que diga mientras lo miraba fijamente a los ojos: 

Tuve una relación sexual de riesgo con un hombre, sin condón, y quiero acceder al tratamiento de profilaxis post-exposición.

A este punto de verdad sentí que me iba a desmayar y que algo en mi garganta se cerraba cada vez más. No ayudaba que el doctor haya pedido más aclaraciones. 

—Eh…¿tuvo sexo con un hombre? Pero qué, ¿no conocía a esta persona?

—Sí, con un hombre. No, lo conocí por una aplicación y no sé nada de él. 

El doctor miraba su computadora mientras digitada información del caso. Hubo un silencio que me aterraba y quería ponerme a llorar. No me esperaba lo que pasó después cuando me dijo:

—Mira, no quiero que te sientas culpable por lo que hiciste. Estás haciendo lo correcto al venir acá y pedir el tratamiento. Esto muestra que eres una persona responsable. Tranquilo, vamos a administrarte el tratamiento que dura un mes aproximadamente y estarás bien. Antes de eso tenemos que hacerte unos exámenes para asegurarnos que no estés infectado. 

Mi ex ya me había dicho que esto pasaría ya que, en caso de que hayas sido infectado meses atrás, el tratamiento que debes seguir es otro. 

—Gracias —dije mirándolo a los ojos finalmente siendo capaz de sostener su ternura.

Su leve sonrisa y apertura en sus ojos alivió mi dolor, mi vergüenza. Me sentí profundamente afortunado de encontrar a alguien como él y eso cambió mi actitud a todo lo que vino después. Es como si su voz me aprobara y eso era lo que por dentro necesitaba, sentir que había sido perdonado. 

Lo que siguió fue que vinieron a sacar exámenes de sangre. Tuve que esperar una hora más y los resultados de VIH junto con otras pruebas de enfermedades de transmisión sexual vinieron negativos. Aunque esto no signifique nada aún sentí más alivio con estos resultados. Antes de hacerte las pruebas te hacen firmar un papel de consentimiento diciendo que tu autorizas conocer los resultados de esta prueba. También te indican que esto es confidencial y la información solo accesible para ti. 

El tratamiento durará 28 días. No puedes tomar y tienes que tener mucha paciencia. Diferentes cuerpos tienen diferentes reacciones pero entre las más comunes está el dolor de barriga, cansancio y dolor de cabeza por lo menos durante las primeras semanas. No hay nada de qué alarmarse. Debes venir a verme en una semana para monitorear tu estado. Con esta receta retiras las medicinas en farmacia. 

—Gracias Doctor. 

—Hay algo más —me puse nervioso. Si vas a tener relaciones sexuales con gente de tu mismo sexo u otro no hay nada de malo. Ni siquiera quiere decir que eres gay aunque tampoco hay nada de malo en eso si fuese el caso. Hay hombres que tienen sexo con hombres y no son homosexuales. Lo importante es que uses protección. ¿Has considerado tener una caja de condones en tu cuarto?

—No, porque realmente no soy una persona muy sexual y no creo que sea necesario. 

—Daniel —me miró a los ojos—, respeto tu postura pero todos somos seres sexuales. Sea como sea, solo por si acaso, para que no volvamos a estar en esto frente a frente, solo ten una caja. ¿Vives solo?

—Vivo en la universidad. 

—Ok, incluso mejor. A veces para chicos que viven con sus padres puede ser más difícil. Solo cómprate una caja y tenla en tu cuarto. Si quieres la puedes esconder, pero tenla. 

—Ok, gracias doctor. 

Salí y pasé por caja para pagar. Había llevado el dinero que me prestó mi ex y pagué con eso. No hubiese tenido cómo pagar si no fuese por él. Luego de esto no pude evitar tener curiosidad de qué hacen otras personas cuando pasan por algo similar y tienen que acceder al sector público. ¿Cómo pagas? ¿Quién los acompaña? ¿En qué hospital encuentran? Me metí a internet a averiguar y un chico en un blog loqueescondeelcloset.com había contado una historia similar de una persona que tuvo que ir al sector público. Te la cuento:

Dónde encontrar PeP en el sector público en Quito

El sector público, al igual que el privado, está de cierta forma familiarizado con este tratamiento porque lo administran por casos de violación o por accidentes que tienen doctores tales como pincharse con una aguja de un cliente que es VIH positivo. Sin embargo, la forma en que están acostumbrados a verlos no incluye a hombres que tienen sexo con otros hombres y en algunas ciudades de Ecuador ni siquiera saben qué es. Es por eso que el chico sugiere que hay que ser firmes con estos proveedores de salud y en algunos casos hasta indicarles lo que tienen que hacer o pedir que llamen a alguien de infectología del hospital quienes seguramente les pueden dar instrucciones. Lo importante, dice, es exigir nuestro derecho a la salud.

En la historia, este chico había ido al área de emergencias del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo ubicado antes de llegar al Parque La Alameda y le dijeron que no lo podían admitir ahí porque no era emergencia. En la historia describe que la enfermera se sintió confundida con la petición. Él criticaba que no se considere esto como una emergencia ya que, si una persona en efecto es contagiada, le cuesta mucho más al Estado dar un tratamiento de por vida a alguien viviendo con VIH que administrar la medicina en la ventana de tiempo en que se puede prevenir la infección. 

Tienes hasta 72 horas para tomar el medicamento, mientras más pronto mejor. Esta persona luego recibió una recomendación de un amigo de él que trabajaba en el departamento de salud y le dijo que vaya al Hospital del Sur de Quito Enrique Garcés que queda en el barrio 4 de diciembre. Un amigo lo acompañó. 

 

El hospital quedaba muy lejos comparado con donde estaba y en la sala solo permiten entrar al paciente y a un acompañante. La sala de emergencias queda más o menos en la parte de atrás del hospital, subiendo una rampa al lado izquierdo. El chico fue a eso de las 4 de la tarde y le explicó a la enfermera que había tenido una relaciones sexual de riesgo con alguien que él sabía que tenía VIH (esto no era cierto pero lo había inventado para evitar que pongan trabas a su acceso al medicamento). El personal, una vez más estaba confundido, entonces luego vino otro doctor a preguntar qué necesitaba. El chico reiteró que había tenido una relaciones sexual de riesgo y que quería acceder al tratamiento para prevenir infección del VIH y que él sabía que administraban en ese lugar. 

Esperó 4 horas en sala para que lo atiendan pero lo logró. El chico contaba que primero te hacen pruebas y también te administran una serie de antibióticos para prevenir infección de alguna otra enfermedad de transmisión sexual. Luego, te dan un frasco con las 28 pastillas que tomarás por el siguiente mes. Al final a este chico no le habían cobrado nada por el tratamiento ya que en Ecuador se supone que debe ser gratuito en hospitales públicos. Esa fue la parte “buena”, supongo. El acompañamiento médico luego de que te dan la medicina es inexistente por lo que es importante contar con apoyo para seguir el tratamiento en caso de que tengas efectos secundario y tu cuerpo sufra un poco. Si te pasa me puedes escribir. 

—Ya salí. Tengo el medicamento en mis manos y estoy camino a casa. 

—Daniel, me alegra tanto. Eres un valiente —reiteró. 

Rompí a llorar con él en el teléfono mientras estaba en el taxi y miraba a la gente pasar, de vez en cuando percatándome de la mirada del conductor y asegurándome de no revelar mucho en voz alta. Pensé en mi beca, pensé en mi niñez, pensé en mi vida y me dio rabia. Me dio rabia tener que hacer esto y no ser lo suficientemente responsable como debería ser. Pero también sentí alivio. Alivio de que ya lo peor, por lo menos para mi ser, había pasado y que mi ex estaba en el teléfono hablándome de la forma más dulce, como cuando nos conocimos en nuestra primera clase de astronomía. 

Por supuesto que no pude evitar contarle a mi psicóloga lo que pasó. Pensé que me iba a juzgar. Yo sé, qué clase de pensamiento es ese. Se supone que tu psicóloga no te juzga. Pero no sé, aún me da miedo contarle cosas. 

Ella me contó que ya había acompañado estos procesos con víctimas de violación y que lo que me pasó pudo haber sido peor, así que debería estar tranquilo. También me dijo que debíamos hablar sobre el acoso que estaba sufriendo por el tipo que conocí en esta aplicación pero que eso vendría después. Primero, tendríamos que hablar sobre el auto-motín o autosabotaje. 

Me explicó que en culturas como la nuestra, crecemos con una idea bastante violenta sobre el castigo y la tortura. Si a eso le sumas el crecer pensando que lo que eres es malo creas un personaje psíquico de un “juez” que se encarga de castigar. El castigo puede verse de diferentes formas: algunas personas sin darse cuenta hacen cosas para que sus relaciones no funcionen. Otras formas son más severas. Por ejemplo, algunas personas llegan a golpearse a sí mismas o a ponerse en situaciones de alto riesgo porque se creen merecedores de ese castigo. Pero más aún, no se creen merecedores de ningún premio. Es por esto que algunos de estas cosas pasan cuando estas personas están aparentemente bien, cuando han tenido algún logro o cuando tienen alguna pareja que vale la pena. Ellos hacen algo para quitar lo bueno de su vida porque en su mente son culpables, merecen un castigo y merecen el desprecio de todos.

Mientras ella me decía esto me acordé de las veces que, frente a un espejo, en los días más oscuros en los que no entendía lo que me pasaba me flagelaba con un cinturón diciéndome <<¡¿Qué te pasa?! Esto es malo. ¡Ya cambia!>>. Los latigazos nunca fueron lo suficientemente fuertes como para causar marcas. Eran más una acto simbólico de castigo. En esos días lo único que quería era morirme. Pensaba que seguramente sería más útil como un ángel que como una persona a quien le gustan los chicos. Ya no me doy latigazos de esa forma, por supuesto. Pero ahora entiendo, según me explica mi psicóloga, que mis latigazos vienen de otras formas y sus consecuencias pueden ser mucho peores que tan solo marcas en la piel. Las consecuencias del odio que puedo llegar a sentir por mi mismo me pueden costar la vida. 

Me dijo también que era probable que eso pase de nuevo por lo que era importante que yo sane mucha de las heridas de mi niño interno y que trabaje con temas de la auto-compasión. Me recomendó ver la película “Prayers for bobby”. Ambas fueron muy fuertes pero entendí mejor lo que quería decir luego de verlas. Los gays han pasado por muchas cosas fuertes; tal vez esa es una de la razones por las que no quisiera elegir una vida así. Si lo puedo cambiar lo haré. 

También me dijo que repita la siguiente frase todos los días, ya sea en voz alta o escribiéndola

“Me amo. Acepto todo lo que decida tener. No dejaré que nadie me lastime, ni siquiera yo. Soy merecedor de amor”. 

Falta poco para que terminen las vacaciones y tenga que volver a la universidad y estos días han sido duros por los efectos de la medicina. Mi psicóloga y el doctor ya me habían explicado que los efectos pueden ser fuertes pero que al final el cuerpo se acostumbra y sana; que tenía que ser paciente. En los últimos días, además de todo esto, el tipo de la aplicación siguió acosándome. Hasta me hizo amenazas de ir a mi casa y contarle a mis padres lo que yo había hecho. Me moría del miedo. En la siguiente entrada te cuento todo lo que pasó con eso y cómo logré salvarme de ese tipo gracias a mi ex. 

Ahora estoy muy cansado y debo dormir. Me duermo en paz porque mi ex me ha dicho que cuando vuelva quiere que salgamos a tomar un trago. También se ha portado juguetón conmigo y eso me hace sentir bien. No le cuentes a nadie porfa. Mi mamá ha notado que estoy débil y triste. He tenido que ser muy creativo para esconder las pastillas pero ella no sabe nada y he tratado de acercarme un poco más a su afecto. 


Gracias por escucharme,

Daniel


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VII ¿Me voy a morir solo?

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V ¿Por qué no puedo disfrutar el sexo?

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