VIVIR UNA DOBLE VIDA NO ES FÁCIL. EN SU HISTORIA, DANIEL NOS CUENTA LO QUE SUCEDE TRAS LAS PUERTAS DEL CLOSET Y CÓMO MANTENERNOS ADENTRO SIN PERDER LA CABEZA. UN BLOG DE TEMÁTICA LGBTI, LAS HISTORIAS CONTADAS AQUÍ SON MI SECRETO. NO SE LO DIGAS A NADIE Y CUÉNTAME LA TUYA EN #LQEEC

VIII Si mis papás se enteran, ¿me echarán de la casa? (Parte 1)

VIII Si mis papás se enteran, ¿me echarán de la casa? (Parte 1)

Me alegra que escribiera para ir al lago a pesar de la pelea en su auto y de cómo me porté. Fue un día fabuloso, pero también extraño porque conocí a sus padres y algo muy raro sucedió con ellos. Además, quiero contarte la historia del chico que me metió en problemas la vez pasada, sobre todo porque el miedo más profundo que sentí con él tuvo que ver con la reacción de mis padres. Tal vez no imaginan nada o tal vez sí. Tal vez se preguntan ¿cómo saber si tu hijo es gay?

Imposible evitar pensar en todo lo que harían mis padres de enterarse de lo que soy o qué podría ser; aún no lo sé. ¿Dirían que me fuese de la casa? ¿Me hospitalizarían? ¿Me pegarían? Tal vez, y hasta sea mejor llevarme  a un profesional, no lo sé, he escuchado cosas feas de esas experiencias pero estaría dispuesto a todo a este punto. Temo  pensar en su reacción; creo que no sería buena. Después de este fin de semana con los papás de mi novio (siento raro decir  esa palabra) veo mundos completamente distintos y que hay diferentes tipos de papás. 

Salimos temprano, me recogió de la universidad en su camioneta blanca como de costumbre y fuimos a lo largo de la autopista riéndonos y conversando de cosas que nos gustaban. A él le divierte mucho mi inglés quebrado y, como me resulta difícil entender su acento sureño, termino respondiendo algo que no tiene nada que ver con el hilo de conversación; eso le gusta. Escuchamos canciones country casi todo el viaje. A él le gusta mucho y a mi no me importaba la música que escucháramos con tal de que él sonriese. Su carro era mecánico, muy raro para alguien gringo, según me contaron y explicó haber aprendido a manejar con una sola mano para, así, sostener mi mano con la otra. Parecía tan irreal esto que vivíamos; no sentí miedo, no me importaba qué dijeran (nadie estaba con nosotros de todas formas), y solo vivía. No sé si te conté, pero me gusta mucho ser copiloto, mi mente viaja a través de la ventana y me tranquiliza mucho el movimiento; podría quedarme así por horas, sin hacer ruido ni decir una palabra, solo pensando. Tal vez eso me hace un excelente copiloto o terrible, dependiendo de quien maneje.

Pasamos por el lago Pontchartrain, por el río Mississippi y luego entramos en una zona rodeada de muchos árboles. Lo único que veía era árboles, la autopista, el cielo y a él. Puse un par de canciones que me gustaban y confesé que tenía gusto gay por Katy Perry. No paró de reírse como por diez minutos y me dijo que para quien quiere mantener sus cosas ocultas eso lo evidenciaba un poco. Claramente, escucho esas canciones en secreto para que jamás me descubran haciéndolo.

Sabía cómo vengarme de esos momentos en los que el balance de poder parecía desaparecer tras la máscara del humor. Quité lentamente mi mano de la palanca de cambio. No te enojes, no es para tanto. Lo miré y deslicé mi mano por su pierna derecha, cerca de su cadera, y la moví suavecito hacia su centro. En el microsegundo congelado, donde lo llevé del asombro al placer, cayó un balde de agua fría sobre toda la escena que casi de inmediato puso todo el poder sobre mí una vez más. Mmm, ah, oh. Su cara cambió con la forma de su sonrisa, me miró dulcemente pero también con malicia y yo me aseguré de que esa sonrisa siguiera así por los siguientes siete minutos, aunque él tuviese que mirar al frente y a veces arriba. 

Al llegar a su casa me dio un poco de nervios conocer a sus padres pero cuando te mantienes ocultando un secreto por mucho tiempo llegas a ser un actor merecedor de un Oscar. Sabes cómo sonreír, qué decir, cómo sentarte, cómo caminar, cómo empezar una conversación cuando parece que habrá un silencio incómodo y hasta adquieres habilidades de entretenimiento para gustar o caer bien a la gente. Diría que incluso te conviertes en ese personaje de Marvel que puede imaginar un sinnúmero de futuros posibles en menos de un segundo. Todo esto se viene abajo por supuesto cuando alguien nota que lo estás haciendo, cuando te exponen o peor aún, cuando otra persona como tú está en el cuarto. 

Pero no pasó con ellos, fueron amables, me saludaron, lo atendieron a él primero preguntándole cómo fueron sus primeros meses en la universidad, si le gustaban sus clases; se notaba que era una familia involucrada en la educación y vida de sus hijos. Sentí envidia.

La mamá tenía rasgos italianos y unos ojos verdes muy bellos, ahora veo de dónde los sacó él. Tenía el cabello muy oscuro y ondulado que le llegaba hasta arriba de la cintura. Su piel era muy blanca y resaltaba mucho con su cabello oscuro, un contraste brusco suavizado con el color de sus ojos y el tono tierno de su voz. El papá parecía una ardilla, pero no físicamente sino en su conducta:  Se apresuró a bajar las maletas que traíamos, acomodó los cuartos, revisó la camioneta con él para ver si necesitaba algún ajuste o reparación y notó algo en una llanta. Luego conversaron de cosas que no entendí.  Esa sería su forma de mostrar interés, el buscar diferentes maneras de ser útil para sus invitados. Me saludó sonriendo y en general me cayó muy bien. Su hermana de apenas catorce años era muy bonita al igual que su mamá. No heredó los ojos claros ni el cabello oscuro pero tenía rasgos en su mentón y frente que la hacían parecerse a su madre. Su personalidad era juguetona y lucía muy feliz al ver a su hermano. Él me contó que su hermana, como era la hija perfecta, a veces lo hacía sentir raro. Era líder en su escuela, con excelentes notas, atleta, con novios muy inteligentes, iba a misa cada domingo acompañando a su mamá, en fin, era la chica perfección según sus padres.

La casa era gigante en medio de la naturaleza. Mayormente construida de madera, tenía 6 cuartos y me recordaba a algunas casas de campo en las montañas de mi país. Tenía un televisor gigante, piscina, algunas escopetas, una mesa de billar y una cocina amplia con un mesón en el centro cubierto de mármol. No tan gigante como para decir que estaba en una mansión pero sí mucho más grande de lo que esperé. 

Ambos padres agradecieron a Dios por que hayamos llegado a salvo y oraron antes de almorzar. Vi figuras religiosas por todos lados. Su abuela, oriunda de México, había regalado diferentes reliquias católicas a su familia para proteger la casa. Me puso nervioso esto, tengo un poco de miedo a la religión y sus figuras, me recuerdan mi escuela, además siempre les veo aspecto de estar tristes o que están juzgándote. Solo hay esas dos cosas en la religión: estoy sufriendo o estoy haciendo sufrir. 

Todo el día fue muy bonito pero decidimos dejar el plan del lago para el día siguiente porque se nubló y el pronóstico indicó que el lunes habría más sol. Con el lunes libre también por ser día del trabajo entonces no había problema. Qué familia tan perfecta, pensé, ¿será que serían iguales si él contase lo que estaba pasando entre los dos? ¿lo tratarían igual o harían que yo me vaya de inmediato de la casa? No queremos correr ningún riesgo por lo que yo tengo pensado dormir en el sofá, después de escribir, en vez de ir a su cama. Su mamá sugirió dormir juntos, pero él y yo ya habíamos hablado de esto. Estábamos en el punto de nuestra relación donde juntos significa encima entonces preferimos no meter la pata. Pero en fin, esa pregunta me atormentó cuando pasó lo que pasó con ese chico, sobre todo por querer involucrar a mi familia, ¿qué haría mi familia si se enterase? Creo que llegó la hora de contarte lo que pasó porque me sigo sintiendo sucio. ¿Se irá algún día el sentimiento de suciedad?

Hubo muchas señales de que esta no era una buena persona, de que tenía algo oscuro en su alma, pero por falta de experiencia y por el alcohol supongo que no las noté. Lo conocí por esa aplicación, Grindr, (ya aprendí cómo se escribe) y vi en su foto usaba gafas de sol oscuras, ovaladas, esas de aviador. Había subido unas tres fotos pero en todas ellas las llevaba. Sé que mucha gente pone fotos así para parecer más atractivo ¿pero tres? Pareció extraño pero no presté atención.

La segunda señal fue que casi 15 minutos después de que le envié mi número de teléfono (error), me llamó. Nunca me había pasado eso. Generalmente las conversaciones eran por mensajes en mi generación pero no por llamadas. No pude contestar porque estaba ocupado pero dentro de poco insistió. Contesté el teléfono, lo saludé con una sonrisa falsa y me preguntó por qué no contestaba, que me llama para saludarme, que diga si realmente quiero conocerlo o no, que él no es un juego, etc. En ese rato traté de suavizar la tensión con risas y respondiendo que claro que lo quiero conocer, simplemente estaba ocupado. Su tono sonó posesivo, prepotente y su acento caribeño lo hacía incluso más mandón. De cualquier forma sentía ese comportamiento muy extraño para tratar con alguien que ni siquiera conoces en persona pero me gustó sentirme deseado y hasta me erotizó un poco el color autoritario de su voz. Su foto de whatsapp no tenía su rostro, era solo un ojo muy grande con pájaros negros volando sobre el agua. Quedamos en vernos esa noche en un bar cercano a su casa, en el centro de la ciudad. Como me estaba quedando en casa de mis padres tendría que ver cuál excusa me inventaba, tal vez y alguna fiesta. Yo no le di atención a lo raro de nuestra conversación y seguí con mi día. 

Así fue pues que llegué al bar y fui al segundo piso donde él me esperaba. Le dije a mi mamá que iría a visitar a una amiga del colegio y que regresaría un poco tarde. El tipo se comportaba de forma extraña. Movía sus manos constantemente, me tocaba el hombro, la espalda, la pierna, con la frecuencia con la que terminaba cada oración. Reía mucho de cosas no graciosas y cambiaba de tema de forma abrupta. Parecía que hablara con alguien borracho sin verse borracho sino acelerado y extraño, muy extraño. Vino con gafas de sol aunque eran las 9 de la noche. Era alto, calvo, con manos fuertes y un cuerpo delgado, no muy flaco.

Pidió una cerveza y yo un cuba libre. El tipo reía cada vez que me veía y volteaba la mirada, creo que fue porque le gusté. Era muy temprano para que la gente llenara el bar por lo que  permanecimos solos en el segundo piso. La camarera que tenía poca ropa para estar en un clima frío, nos vio curiosa. ¿Quizás pensó que yo era muy joven para estar con alguien como él? ¿Quizás ella vio en él algo que yo me negaba a ver? ¿Tal vez ya había hecho esto antes con otro chico? Tal vez me quería advertir. 

Sin darme cuenta ya iba por mi cuarto cuba libre y él seguía en su segunda cerveza. Algo me sucede, no sé si es sólo sed o qué pero cuando empiezo a tomar se me hace difícil parar; sí te conté la vez pasada. Le pedí que se quite sus gafas y al principio se negó pero luego lo hizo. Su ojo derecho miraba ligeramente en una dirección diferente a la que lo hacía el izquierdo, creo que se llama estrabismo o algo por el estilo. En general el tipo no era guapo, no era agradable, era raro, no sabía por qué seguía yo ahí pero por alguna razón no me atrevía a salir. 

Yo ya estaba bastante borracho pero aún en mi sano juicio, ¿es posible eso o es otra de mis mentiras?, y la conversación se tornaba cada vez más erótica. Él seguía actuando raro, riéndose a cada rato, moviendo sus manos todo el tiempo pero ahora conversaba mucho de sus experiencias sexuales, del tamaño de su miembro y de lo mucho que a la gente le gustaba. Sin darme cuenta ese lenguaje me tenía muy duro. 

Me dijo que lo acompañe a su casa y yo respondí que no, que mis papás me estaban esperando y que iban a sospechar si me tardaba mucho. Entre bromas y risas insistió en que fuese con él y en ese rato me di cuenta que tal vez yo no tenía una opción. Es como cuando tienes miedo de la reacción de alguien y solo te ríes para prevenir que se enoje o que algo malo suceda porque tal vez fue tu culpa ponerte en esa situación en primer lugar. Fuimos a un apartamento en un edificio un poco alejado de la parte central donde estuvimos antes, el bar no estaba tan cerca de su casa, después de todo, y el apartamento no era realmente un apartamento sino un cuarto en una terraza. Me dio miedo apenas entré. Todo estaba sucio, la ropa por todos lados, restos de comida, etc.

—¿Vives aquí? —dije con desdén.

—Por ahora sí, pero ya la siguiente semana creo que me voy.

Me había contado que se movía mucho de país en país y que pasaba en Colombia gran parte del tiempo. No le pregunté por qué.

Estaba nervioso entonces actué incluso mejor. Mis habilidades de actor se nutren del miedo. Seguí la conversación con risas, me percaté de olor a semen y humedad, la luz estaba azul en una parte del cuarto, me pareció ver una inyección en una esquina, me di cuenta que no debía estar ahí.

Empezó a besarme, cada vez más desagradable y el alcohol ayudó a maquillar mi asco y tocar su miembro erecto me hizo olvidar la vergüenza aunque por dentro creciera. Cuando bebes el asco se endulza. Él no tenía condones al momento o por lo menos no uno que le quede. Tratamos un par de veces y en una de ellas conseguimos que se quede adentro sin dolor pero no por mucho. Esa fue mi excusa para salir.

Entre broma y broma me quejé varias veces y le dije que mejor tratemos al día siguiente, que estaría más preparado y que hoy sentía que dolía mucho y ya era de noche, estaba cansado.

Si al inicio me trataba como si fuese su novio incluso sin conocerme ahora me trató como su propiedad y mencionó inclusive, un par de veces, que ahora era "su mujer". Me dijo que me daría todo lo que yo quisiera, solo tendría que hacer lo él diga y tratarlo bien, que de ahora en adelante nos veríamos todos los días cuando él quisiera y se disculpó porque yo pagué los tragos que nos tomamos, que eso debió pagarlo él. Mientras esperaba el momento perfecto y él seguía riéndose sacó un plato con cocaína. Me ofreció un poco pero le dije que no, que nunca había probado. Conmigo vas a probar, dijo y luego sonrió. Le dije que no, que me daba miedo. Actué infantil, aun borracho, traté de conectar con su ternura, su pena, o su sentido de posesión extraña; traté todo mi repertorio de manipulación y algo debí hacer bien que se olvidó del tema y no siguió insistiendo. Él inhaló con una llave el polvito blanco. 

—Creo que ahora que vas a ser mi novio y te trataré bien debes saber quién soy —dijo mientras sonreía y se limpiaba un poco la nariz—, mira ese periódico detrás tuyo.

Me puse en estado de pánico, me levanté, sonreí y lo besé. Le dije que no me importaba quién fuese y que prefiero no saber por ahora, que con lo que vi me quedé queriendo más. Hice todo lo posible para parecer interesado y le dije que llamara un taxi, ya era tarde y mis papás, sus suegros, se preocuparían. 

Salí de la casa determinado a no ver a esta persona nunca más en mi vida. En estas aplicaciones, era natural que dejes de escribirle a quien no te gustó después de una cita y que aceptara la indirecta luego de tres o cuatro mensajes sin respuesta, o por lo menos eso pensaba. Dejar de responderle solo despertó su rabia, al día siguiente empezaron las amenazas y yo sentí que me moriría.

—¡Respóndeme! Tú me dijiste que nos veríamos hoy así que tenemos que vernos. A mí no me vas a dejar así. Yo no soy un pendejo y ya vas a ver que cuando nos veamos me tendré que cobrar esta, antes de darte de nuevo para que aprendas.

No contesté.

—¿A no me vas a contestar? Yo lo que creo es que tu ya tienes a alguien pero no me quieres decir. Ya verás que me las voy a cobrar. A las 11am te espero en el centro comercial.

No contesté.

—¡Yo no soy tu burla! Te voy a ir a buscar a tu casa, a tu trabajo. Ya pregunté a la gente sobre ti y me contaron la clase de persona que eres. Siempre haces estas cosas y de mi tú no te vas a burlar. Además tengo VIH, pero tranquilo que no terminé adentro, perra. 

El sentimiento que me invadió luego de ese mensaje fue un miedo más intenso que cualquiera que haya sentido antes pero también hubo resignación. Quería vomitar, el sonido desapareció y las cosas parecían moverse en cámara lenta. Parte de mí pensaba que merecía esto, este era el castigo que había temido por años. Lo peor fue que el tiempo pareció detenerse para mí pero no para él porque sus mensajes siguieron. 

—Tengo fotos tuyas y se las voy a pasar a tus papás. Las voy a dejar en tu puerta porque ya sé donde vives. Más te vale que nos veamos hoy mismo si no quieres que se enteren. 

¿Realmente las cosas se podían poner peor? ¿Realmente me merecía un castigo tan malo? No solo tenía que preocuparme por lo que  acababa de decir pero además de eso ahora se me venía a la mente la idea de mis papás. No sé cómo no pensé en eso. No sé tampoco cómo logré un momento de lucidez. Creo que el pensar en mis papás empeoró las cosas pero también me trajo a la realidad porque, de alguna u otra forma, era algo que podía controlar más que lo otro. Primero tenía que lidiar con este tipo.

Supongo que mi subconsciente ya había conectado las incoherencias en sus mensajes sin darme cuenta: nadie me conocía en el mundo gay aquí, no tenía un trabajo, no había estado con nadie antes y dudaba que hubiera ubicado mi casa en menos de 24 horas sin siquiera conocerla. Este tipo mentía. Recordé que me pidió ver el periódico de ayer para enterarme quién era y eso me hizo tomar valor para responderle. 

—Tu celular está interceptado y en este momento la policía está en camino a tu departamento para buscarte. No me importa que le digas a mis papás, ellos ya saben.

Esperé un momento para ver si decía algo pero no respondió entonces supe que mi mentira tal vez funcionó. Después decidí bloquear su número y eliminarlo. No sabía si lo que le dije sin saber si funcionaría, ahora tenía algo más importante para preocuparme y era que probablemente me moriría si ese tipo me infectó. Bueno y esa historia ya la sabes por lo que te conté antes.

Al final todo estuvo bien pero sí que fue un gran susto. 

Durante todo ese tiempo me dio una profunda tristeza no poder contarle a nadie y lloraba todos los días. Me dio rabia pensar que aquello no era cierto, que mis papás no llamarían a la policía, o bueno no sé. Ahora que estoy acá con la familia de mi novio me da incluso más rabia. ¿Por qué tengo que pasar por esto solo? ¿Por qué no puedo ser como otros hijos que solo le cuentan a los papás y ellos se encargan de todo? ¿Por qué tuve que ir a hacerme pruebas, mentir sobre mi cita, salir con un tipo de mala muerte y hacerlo todo a escondidas? Me dio tanta pena pensar que no sé si mis papás me defenderían o botarían de la casa por haber hecho eso. Tal vez y hasta hubiesen dejado de pagar lo poco que necesitaba para la universidad y no cubría mi beca. Ya me amenazaron con hacer eso antes, cuando desobedecía en algo. O tal vez le decían a todo el mundo en la iglesia o me prohibirían volver a viajar para mi siguiente semestre. 

Estaba en pánico, con miedo de salir de la casa, ni siquiera al balcón por temer que él esté cerca. Si tenía que salir trataba de tomar un taxi que me dejase en la puerta y no llegar a la misma hora todos los días. Menos mal yo saldría de viaje pronto y bueno el resto de esa historia ya la conoces, los exámenes salieron bien, no volví a escuchar del tipo y mi novio me ayudó a pasar por una de las crisis más difíciles que he tenido. 

Encendimos una fogata, solos, él y yo en el patio de su casa. Su familia ya se había ido a dormir o eso pensé. No dejaba de pensar en el tema de los padres y le dije lo que estaba en mi mente. Él me dijo que sus padres eran diferentes aunque también tenía los mismos miedos que yo, pero que no podría llegar a odiarlos. Notó la rabia en mi cara. ¿Será que para él todo era diez veces más fácil que para mí? ¿Tal vez haber logrado independencia lo hacía más seguro? Tomó mi mano mientras yo lloraba, me dijo que mis padres siempre me amarían, que aunque me rechacen al principio con el tiempo seguramente abrirán su mente. Le repliqué que él no conocía a mis padres y al final tal vez nunca tengan que enterarse de nada porque yo podría intentar con una chica. Sonrió y me dijo que mejor dejemos ese tema ahí porque ya sabíamos lo que pasaba cuando lo tocábamos. 

Lo abracé muy fuerte y me quedé en paz por un momento. No sabía si odiar o amar a mis padres. No podía culparlos por enojarse conmigo si yo también me odiaba. Tampoco podía dejar de amarlos porque parte de mí recordaba su ternura conmigo cuando de pequeño me daban pesadillas, dejándome dormir con ellos algunas noches hasta que me tranquilizara. ¿Se siente muy bonito cuando eres niño y tus padres te cuidan verdad? Es casi imposible imaginar que algún día llegasen a odiarte. Fui al sofá y me preparé para dormir. 

Mañana al fin iremos al lago y hoy me voy a dormir en paz sintiendo que te conté toda la verdad de lo que pasó con ese tipo. Hace un rato me pareció escuchar a mi novio y a su mamá hablando y llorando, pensé que se habrían ido a dormir pero espero que todo esté bien y que no haya pasado algo grave. Mañana le pregunto y te cuento qué pasó.

Gracias por escucharme. Recuerda no decírselo a nadie.

Daniel


¿Recién llegaste al blog? Lee la primera entrada:


VII ¿Me voy a morir solo?

VII ¿Me voy a morir solo?